Yo quería una camioneta, pero no era que tuviera planes de comprarla, sólo era un deseo que yo no veía muy posible.
Empecé a ahorrar dinero, pero pensando en capitalizarme para hacer algo para la casa. Mi hija me dijo
que estaban vendiendo una camioneta y me pidió prestados diez millones para
comprarla. Entonces, yo le di la plata a ella, que la quería para venderla como negocio. La
camioneta estuvo por ahí, pero nada que se vendía. Luego mi hija me pidió
permiso para meterla en mi parqueadero y ahí la guardó. Yo nunca la volteé a
ver, no la quise mirar ni nada, porque mi proyecto no era la camioneta. La
quería, sí, pero no veía que estuviera cerca.
Después mi hija me dijo: “Mami, imagínate que no he podido vender ese carro, ¿qué tal si tú la compras?” Yo le dije: “¡No, pues yo cómo la voy a comprar!”. La camioneta estuvo prácticamente un mes en mi casa y yo me negaba a verla, me la dejaron ahí, parqueada y cuando finalmente la vi supe: “¡Es mi camioneta!”. Es como siempre la había soñado, había pensado que sería chévere tener una camioneta de platón, pero que tuviera atrás para llevar más personas, de cinco puestos y también para cargar cosas. No quería una Hilux, porque se me hacía muy grande, una Toyota es muy grande y me llegó esta, una Duster Oroch 2022. Mi hija me dijo: “Pues, vende tu carro.” Y así lo hice, vendí el carro y ya estoy terminando de pagar mi camioneta, no se me ha hecho difícil pagarla.
Es simpático que, cuando uno está atorado en la vida, todo es complicado, cree uno que todos los escenarios son malos y esa es la razón. Pero lo más impactante es ver el miedo que uno le tiene a veces a la prosperidad o a avanzar, porque yo no creía que la camioneta pudiera ser mía. Puede ser difícil aceptar la prosperidad, pero, cuando a uno le está yendo bien es: “Me está yendo bien”, como si fuera sólo por el trabajo de uno y no se da cuenta de toda la ayuda que el Cielo y los ángeles le dan para conseguir lo que desea.
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