Solo hasta cuando vemos estas cosas somos conscientes de ese poder creador que tenemos, pero que en ocasiones no lo sabemos usar con coherencia.
Estábamos mi madre y yo en casa
con las gatitas. Estrellita se metió al arenero que les teníamos, que era en
realidad una tina y me miró con cara de reclamo, como diciendo: ´Mamá, no me ha
limpiado la arena’. En ese momento se me ocurrió pensar en lo bueno que sería
poder tenerle un baño para ella donde estuviera más reservada. Le dije a mi mamá:
“Tan chévere si Dios nos socorriera y pudiéramos comprarles un arenero de esos
que parecen una casita, que es tapado y ellas se meten por una puertica.” A mi
madre también le entusiasmo la idea y me dijo: “¡Ay sí, qué chévere! ¿Y son muy
caros?” Yo le dije que no tanto, o que sí, pues costaba como $150 mil pesos de
los que no disponíamos para eso en el momento. Me preguntó también dónde los
vendían y yo le dije dónde se podían conseguir. Y ahí quedó la conversación,
porque teníamos que alistarnos para ir a hacer unas diligencias.
Salimos de casa y en la esquina
de la cuadra donde vivimos estaba un señor vendiendo cosas de segunda: ropa, zapatos,
objetos usados. Me pareció muy curioso porque justo tenía el bañito que yo
había imaginado, frente a nosotras estaba eso de lo que habíamos estado
hablando en la mañana. Parecía en buen estado y nos miramos, pero como que no
nos atrevimos a preguntar. Teníamos afán y seguimos, pero yo me fui pensando
todo el camino: «¿Será que debí haber preguntado? ¿Será que la compro?
¿Será que no? Pero, es que es de segunda…». Hicimos todas las
diligencias y de vuelta decidimos que nada perdíamos con ir a preguntar. Había
pasado mucho tiempo y no sabíamos era si el señor seguía ahí o ya se había ido.
Al regresar vimos que el señor continuaba
en el mismo lugar. Nos acercamos y vimos el arenero en forma de casita, estaba
en súper buen estado, solo un poco sucia. Pensamos «Quién quita que lo podamos
comprar».
Le pregunté al señor por el precio y me dijo: “Pues, yo estoy pidiendo
$15 mil pesos.” ¡No lo podíamos creer! Lo compramos de inmediato. Llegamos a casa,
lo lavamos, lo pringamos con agua caliente y quedó impecable, nuevecito,
buenecito y por solo $15 mil pesos. ¡Aún lo veo y no me lo creo!
Nuestro deseo se materializó ese
mismo día. Solo hasta cuando vemos estas cosas somos conscientes de ese poder
creador que tenemos, pero que en ocasiones no lo sabemos usar con coherencia.
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