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Ángel juguetón

Los ángeles no tienen ni requieren nombre, solo nos dan uno con el que podamos identificarnos.


Una joven tiene cita para conocer, por vez primera, a su ángel de la guarda. Está emocionada y expectante, cuando a través de Giovana, su custodio se dirige a ella con cariño y se presenta como Mario.

—¡¿Mario?! Pero Mario, ¿qué? —le pregunta.

Sabe por una amiga cercana y lo corrobora con Giovana que algunos ángeles se presentan a veces con títulos nobiliarios, números regnales, apellidos sofisticados que suenan a alta alcurnia y abolengo...

Sin embargo, su ángel de la guarda es Mario, Mario a secas, como él mismo le confirma. Un tanto desilusionada, no con su mensaje, sino con la sencillez del nombre, decide seguir el consejo de la canalizadora y pedirle una señal, algo con que pueda identificarse y saber que está con ella. Porque como ella misma dice:

—¡Con ese nombre…!

Y atendiendo a su pedido, su estimado Mario se hace notar de una manera muy divertida. Le llega un mensaje a su teléfono con una particular imagen, nada más y nada menos que un icónico héroe de videojuegos, el más conocido de los hermanos dispuestos a rescatar de los monstruos en cada nivel a la Princesa Peach, secuestrada por el Rey de los Koopas. 

Con su grueso bigote y en su versión de gorra con alas, se vuelve la imagen con la que la joven va a relacionarse con su ángel de ahora en adelante. 

Y aunque Mario, el ángel, no tiene título nobiliario, podría anteceder su nombre con un 'Súper' de superhéroe y como tampoco tiene apellido, ella podría darle el de 'Nintendo' si le place.




Foto tomada de Internet link:

* Las historias están basadas en hechos reales, sin embargo, algunos detalles, nombres y lugares han sido cambiados para proteger la identidad de sus protagonistas.

Taxi a su servicio por Martha Wout

Esta fue una experiencia real con un ángel.



Quiero compartir esta experiencia que me pasó cuando estudiaba en Bogotá.


Recuerdo que un día salí de afán del apartamento y cuando me di cuenta, se me había quedado la chaqueta. Hacía un día hermoso, soleado, así que no me importó. Pero, ¿qué creen? ¡En la noche ha caído un aguacero! 

La sede de la universidad quedaba en el sur de la ciudad y en un barrio no muy bueno que digamos. No sabía bien la ruta de bus que debía coger, así que decidí mejor coger un taxi. Por la lluvia, los taxis no me paraban, pasaron como cinco, pero como estaba toda mojada no me querían llevar. Comencé a orar y pedirle a mi Padre y a los ángeles por protección y ayuda. En eso para un taxi, casi no me lleva, pero al fin aceptó llevarme.

De camino a mi apartamento, el taxista me dijo: "Estás muy bonita, eres buena y por eso paré cuando te vi". Me asuste pensé que era un loco y comencé a orar. El taxista me siguió diciendo: "No te lo digo por tu cuerpo, sino por lo que llevas dentro, eres muy inteligente y vas a llegar muy lejos". Luego, me hizo algunas preguntas: "¿Tú crees en Dios?" Y yo le dije que sí. Me preguntó también si tenía fe y le respondí que sí. "¿Quién es dios?" me preguntó y le respondí que para mí es un ser grande, supremo y profundo. 

Estaba bien asustada y por dentro me repetía: «Dios es mi Padre». Y el taxista siguió explicando que Dios es el alma y que es el espíritu y, al final, me preguntó si sabía quién era él. Toda asustada le dije que no sabía quién era y me dijo: "Soy un ángel". Continuó preguntándome cuál era la primera oración que nos enseñaban en la escuela y le respondí que el Padre Nuestro. El taxista me puso a leer la biblia y mientras tanto iba pendiente por dónde íbamos, porque se había salido de la ruta. Me dijo: "Tranquila" y cuando levanto la cabeza y de repente me doy cuenta que ya estábamos en mi barrio y delante de mi casa. Antes de bajarme me dijo: "Tú tienes un propósito. Hay profetas, maestros, santos, entre otras cosas más, y tú eres uno de ellos".   

Me bajé del taxi y cuando volteé  a mirar, se había ido o había desaparecido.