En el año 80, el 10 de diciembre, mi papá murió cuando yo
tenía apenas quince años. Hicimos la ceremonia para enterrarlo y todos en la
familia estábamos muy tristes. Como estaba cerca la Navidad, mi hermano vino
con su esposa para acompañarnos y estar todos al lado de mi mamá. Ese 24 de
diciembre la esposa de mi hermano entró al tercer cuarto de mi casa y cuando salió,
dijo que vio a mi padre cogiendo un martillo del escaparate, pero como ella era
algo espavientosa y aumentaba las cosas, dudamos. Yo me puse muy nerviosa al
escuchar eso y cuando ellos se devolvieron para su casa, para la ciudad donde
vivían, le pedí a mi madre que se viniera para mi cuarto a dormir conmigo. Teníamos
una camita que era de abrir y cerrar para cuando llegaba visita y la puso bien
pegadita de la mía.
Pasó como una semana y una noche estábamos las dos durmiendo
cuando, a la madrugada, yo desperté y al mirar al piecero de mi cama, veo dos
figuras. Uno se parecía a Jesús, tenía un manto del color como cuando llueve y
cae el agua en la tierra que se ve como ‘canelozo’, así era, burdo, no de una
tela suave, y la otra figura también tenía manto, pero no se le veía la cara. Yo
abro mis ojos bien grandotes y los veo caminar hacia el piecero de la cama
donde estaba durmiendo mi mamá y luego regresan junto a la mía otra vez. Ahí es
cuando Jesús me mira con sus ojos azul intenso y sonríe, yo sentí ese amor tan
profundo que dolía en mi corazón. Estaba sorprendida y, después, las figuras siguieron
caminando por el cuarto y al pasar a la ventana que daba a la calle, desaparecieron.
Mi hijo estudiaba en un colegio católico y cuando tenía
quince años se fueron para un retiro de un día para otro. Él dice que en la
iglesia había un cuadro de Jesús que estaban exponiendo y todo el mundo se fue
a caminar, porque era como una finca, los curas y las monjas se fueron con los
demás muchachos, pero él se quedó solo en la iglesia viendo el cuadro. Se puso
a rezarle y pedirle que perdonara sus pecados y cuenta que escuchó una voz que
le decía que sus pecados estaban perdonados. Pensó que era alguien haciéndole una
broma y empezó a caminar por toda la iglesia para ver quién lo estaba
molestando, si estaba escondido, pero no había nadie. Volvió ante el cuadro a
pedirle perdón a Jesús y es cuando escuchó su voz una y otra vez y se quedó ahí
escuchando. Cuando regresaron todos, el padre le pidió llevar el cuadro a su
oficina y mi hijo dice que lo llevaba, pero no sabe cómo, porque él no sentía
que pisaba el suelo, cuenta que era como si el cuadro fuera el que lo llevaba a
él cargado.
Mi hijo me llama a contarme lo que le pasó, yo le dije que
debió haberle tomado una foto y él me dijo que lo había hecho y me mandó la
foto. Yo no pude evitarlo y me puse a llorar. Así, tal como en el cuadro de la
foto, así era la figura que estuvo en mi cuarto, la que yo vi a mis quince años
al piecero de mi cama. Tal como en el cuadro, así es él, pero con los ojos más
intensos.